Estimados y queridos británicos:
Lo comprendo, en serio, entiendo perfectamente que el edificio comunitario no está en sus mejores momentos, muy lejos de cuando en el bloque vivían Herr Helmut Kohl, Lady Margaret Thatcher o Monsieur François Mitterand, con ellos cualquier tiempo pasado parece mejor sin duda. Además, por aquel entonces, con el bloque comunista vencido, el proyecto europeo resplandecía con una energía y vitalidad increíbles. Por fin parecía que Europa, la vieja Europa, podría acabar entendiéndose después de tanto tiempo. Los antiguos países del Pacto de Varsovia giraban su mirada hacia Occidente y deseaban formar parte de ese nuevo mundo que parecía fraguarse en las laderas del Monte del Destino europeo. Nuestros aliados norteamericanos siempre escépticos al proyecto, comenzaron a pensar que quizás esta vez sí y en 1995, firmaron un acuerdo conocido como NAT (nueva agenda transatlántica).
Sé que es difícil para un británico jugar con las reglas que en su día un francés y un alemán pensaron para Europa, quién iba a pensar que esos vecinos que durante la primera mitad del siglo XX no podían ni verse, iban a llevarse tan bien luego. Pero una cosa parece clara, si Francia y Alemania permanecen tranquilos, el resto de Europa vive en paz. Además, seamos justos, tenemos que reconocer que la idea que en su día se sacó Monsieur Robert Schuman y a la que pronto se adhirió Herr Konrad Adenauer, no era mala.
Si a eso sumamos que durante tres veces, no una ni dos, sino tres, los intentos para unirse al proyecto, quizás podamos afirmar que existe una idea de una Europa unida en la que los británicos quieren participar. Si, sé que de esas tres, las dos últimas fueron vetadas por Monsieur Charles de Gaulle, pero no se lo tengamos en cuenta a Francia, nosotros los españoles, tuvimos que vencer la resistencia de Monsieur Giscard d’Estaing, al que no le gustaba mucho que nuestro sector agrícola modificase la Política Agraria Común. Los amigos se perdonan las afrentas pasadas y juntan sus fuerzas ante los retos del futuro.
Comprendo también lo difícil que es convivir con los vecinos del Sur, tan dispersos, indisciplinados y propensos a tirar en todo momento de Papa Europa y su dinero. Pero luego no son tan malos como parece y son unos buenos socios comerciales. Aunque ahora sea época de vacas flacas.
Personalmente no puedo entender la idea Europa, su historia y su esencia sin el Reino Unido. Europa y por ende, todos nosotros, somos lo que somos gracias a John Locke, George Berkeley o David Hume, sin olvidarme a Jeremy Bentham y John Stuart Mill, Duns Scoto, Francis Bacon, Adam Smith, Thomas Hobbes, Guillermo de Ockham o Bertrand Russell. No puedo concebir algo llamado Europa sin William Shakespeare, Geoffrey Chaucer o John Milton. Mi espíritu europeo estaría cojo sin Jane Austen, Mary Shelley, las hermanas Brontë, Charles Dickens, William Blake, William Wordsworth, Arthur Conan Doyle, H. G. Wells, Rudyard Kipling, D. H. Lawrence, Virginia Woolf, George Orwell, Graham Greene, Agatha Christie, o mis queridos y admirados J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis. Mis oídos no serían los mismos sin Purcell, Händel, los Beatles, Queen, Led Zeppelin, Pink Floyd o The Rolling Stones. Y a pesar de que digan que su gastronomía no es lo mejor, me encanta el puding, el “sunday roast”, el “scotch broth”, el whiwky, la ginebra y por supuesto el “fish and chips”.
No podemos olvidar que Europa conserva su bien más preciado, la libertad, gracias al empeño de políticos como Sir Winston Churchill en su lucha contra el horror nazi, en Lady Margaret Thatcher y su defensa del capitalismo frente a la barbarie comunista. Gran Bretaña ha sido siempre el refugio para aquellos que en algún momento de la historia de Europa, buscaban un lugar donde huir de las amenazas y miedos de sus propias patrias.
El Reino Unido es la voz discordante, la opción diferente, la otra mirada que ha permitido que la Unión Europea no sea hoy en día una auténtica jaula de hierro burocrática, más allá de lo que ya es. La que no entiende, al igual que yo, la P.A.C y el ingente dinero que se gasta en ella; la que ante el marasmo de regulación que es la medida que únicamente parece entender el resto de la unión, permanece fiel a sus principios de libertad económica y política; la que no quiere una U.E. dirigida únicamente por Francia y Alemania, es su contrapeso, su cruz a la cara del eje París-Berlín. Es precisamente por inquieta y respondona que es necesaria para Europa, el alumno rebelde pero aplicado.
Ya lo decía Lady Margaret Thatcher en su discurso en Brujas el 20 de Septiembre de 1988, conocido como “Discurso de Brujas”:
No hemos hecho retroceder las fronteras del Estado en Gran Bretaña sólo para ver cómo se vuelven a imponer a escala europea, con un superestado ejerciendo un nuevo dominio desde Bruselas.
Si queremos más Europa necesitamos más Reino Unido, pero no se equivoquen, mis vecinos británicos, si quieren más Reino Unido, también necesitan más Europa.