¿Cómo puedo ganar dinero de forma alternativa a las habituales? Esta sección de Capitalibre empezó hace 5 meses con el artículo sobre cómo ser cliente misterioso. Hoy continuamos con este artículo sobre las clases particulares.
En este clima de crisis económica, somos muchos jóvenes los que nos vemos obligados a desempeñar actividades que nos permitan obtener unos ingresos, por pocos que sean, bien sea para nuestros gastos básicos o ahorros y para poder compaginarlo con el estudio o trabajo principal.
Una de las opciones más frecuentes y antiguas es el impartir clases particulares, normalmente a niños de primaria o secundaria. Los estudiantes de bachillerato y universitarios suelen tener un nivel de estudios que les permite poder impartir estas clases de apoyo o refuerzo en asignaturas como matemáticas, lengua castellana o inglés.
Según un estudio reciente, el 93% de las clases particulares, se realizan en economía sumergida. El mensaje “se ofrecen clases particulares” cuelga de las marquesinas de los autobuses de muchas ciudades españolas. El negocio de la enseñanza extra constituye una forma sencilla de ganar dinero, pero también un delito de defraudación a la Hacienda Pública.
El problema radica en que un joven que imparte clases particulares, normalmente saca unas cantidades económicas no superiores a doscientos euros mensuales. Teóricamente, las personas que deciden impartir clases particulares, deben darse de alta como autónomos, pero ante estas ínfimas cantidades de ingresos, son muchos los que consideran injusta la ley y deciden trabajar sin realizar ningún trámite legal.
Desde Capitalibre, apelamos al cumplimiento de las leyes, aunque cada persona es libre de hacer lo que crea oportuno y conveniente. Dejando a un lado el conflicto ético, recordamos que el impartir clases particulares a niños o adolescentes, es una muy buena opción para las personas que buscan un ingreso extra y se ven capaces de adentrarse en esta actividad.
El verdadero conflicto ético lo inician las leyes asfixiantes para los autónomos. Es decir, es muy interesante acogerse y atender a las leyes, pero sólo cuando estas son justas, de otro modo estamos percibiendo y siguiendo unas imposiciones represoras. Y es que, ya tiene suficiente una persona con buscar impartir clases para salir adelante, y sin cotizar, como para que encima el gobierno, cuyas ayudas son escasas e insuficientes, le machaque de nuevo con tasas ahogantes o multas opresoras. Ya está bien de agachar la cabeza. Hacienda no somos todos.