Para empezar con esta serie de las mayores burbujas de la historia, vamos a hablar de una de las más espectaculares que da nombre a la histeria colectiva en la que se sumen los mercados ante una burbuja de este estilo denominada tulipomanía.
Todo comenzó en Holanda en el 1593, cuando un nuevo profesor de botánica trajo a Leyden unas plantas raras procedentes de Turquía. La fascinación de los holandeses por esta nueva planta de jardín se encontró con el elevado precio que el profesor pretendía obtener por sus bulbos, pero entonces un ladrón entró en la casa del profesor y los robó para posteriormente venderlos evidentemente a un precio muy inferior.
El uso de los tulipanes se extendió por todo el país y fue entonces cuando apareció un virus no mortal denominado mosaico que afectaba a las flores provocándoles unas franjas de colores denominadas llamaradas. Este virus provocó la aparición de unas variedades raras que por ello vieron incrementado su valor acorde con su rareza.
En este momento los vendedores de bulbos ya empezaban a intentar predecir la moda venidera y se hacían con un gran stock para anticiparse a la subida de precio. Con esto ya tenemos todo lo necesario para que se produzca una burbuja y solo falta un artificio financiero que permita intensificar las oportunidades de especulación, pero aquí entra en juego la plasticidad de los mercados financieros para reinventarse con el fin de poder seguir creciendo en volumen de especulación.
El instrumento financiero en cuestión fue en este caso la opción de compra que aún se conserva en la actualidad de manera similar. Un opción de compra confería a su titular el derecho a comprar bulbos de tulipanes a un precio determinado durante un periodo de tiempo. La opción tenía un sobreprecio (al encontrarnos ante un bien alcista) con respecto al mercado denominada prima de opción. Por ejemplo, una opción de compra de un bulbo de tulipán valorado en 100 florines en el momento podía costarle al comprador en torno a 20 florines nada más. Si el precio subía hasta 200 florines, el titular de la opción podia ejercitar su derecho de compra; podía comprar a 100 y de manera simultánea vender a su precio actual de 200 florines. Conseguía así multiplicar por cuatro el dinero invertido, cuando comprando al contado solo lo habría multiplicado por dos.
Inventado el papel el mercado empezó a lanzarse sobre él y rápidamente este empezó a escasear. La historia tocaba a su fin en enero de 1637, cuando los precios de los bulbos se multiplicaron por veinte, para después tener un descenso incluso mayor en el mes siguiente. El disparo ya había sido lanzado y comenzó la carrera bajista, los mercados se inundaron de papel, como siempre el gobierno realizó declaraciones oficiales afirmando que no existían motivos para que descendieran los precios de los bulbos de tulipán, pero nadie les prestó atención. Los inversores entraron en bancarrota y se negaron a hacer efectivas sus opciones de compra, el gobierno intentó a la desesperada un plan para liquidar todos los activos al 10 por ciento de su valor, pero sin éxito. Los precios continuaron su caída hasta que los bulbos de tulipán se equipararon al precio de una cebolla corriente.
Lo mismico que las acciones de Bankia y otras empresas que tuvieron su oportunidad y chuparon todo lo que pudieron chupar y más.