Freakonomics fue publicado en 2005 y el éxito cosechado ha hecho que tenga una secuela –Superfreakonomics, de 2009–, un blog –en inglés–, un programa de radio –y sus correspondientes podcasts, también en inglés– e incluso un documental.
Está escrito por el economista de la Universidad de Chicago Steven D. Levitt y por el periodista Stephen J. Dubner. Es un libro divulgativo y no incluye conceptos avanzados ni fórmulas matemáticas. La originalidad de su planteamiento y lo sorprendente de sus conclusiones –y divertido– es lo que hace que escribamos esta reseña.
Información bibliográfica
Nombre: Freakonomics
Autores: Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner
Editorial: Ediciones B, S.A.
Precio: 5,22 €
Temas principales:
– ¿Por qué hacemos trampas? – Situaciones en las que alguien tiene información privilegiada… Y la usa. – Errores de bulto de la sabiduría popular – Casualidades, causalidades y correlaciones – Miedos, esperanzas, prejuicios… ¿Cómo influyen en nuestros juicios?
Ideas clave
La importancia y dificultad de los incentivos
El pensamiento económico puramente racional, analítico, matemático, determinista, en el que se apoyó gran parte de la teoría económica desde sus comienzos, está –en las últimas décadas– conviviendo con corrientes de corte más psicológico o sociológico, como la que analiza cómo afectan los incentivos a nuestras decisiones.
Por cada persona inteligente que se molesta en crear un esquema de incentivos, existe un ejército de gente, inteligente o no, que inevitablemente invertirá incluso más tiempo en tratar de burlarlos. El engaño puede formar parte de la naturaleza humana o no, pero sin duda constituye un rasgo destacado en prácticamente cualquier empeño del hombre. Engañar es un acto económico primitivo: obtener más a cambio de menos.
El saber popular se equivoca con frecuencia
El saber popular se equivoca con frecuencia e influye en nuestra percepción del mundo. Muchas veces damos por ciertas cosas que no está demostrado que lo sean y dejamos que cuestiones puramente subjetivas afecten a nuestras valoraciones y juicios objetivos.
Los traficantes de drogas disponían de las armas más modernas y de una provisión sin límites de dinero en efectivo. Este énfasis en el dinero ilícito resultó ser una estrategia vencedora, porque nada enfurecía más al pueblo respetuoso de la ley que la imagen del traficante millonario. Los medios se aferraron con avidez a esta historia, describiendo el tráfico de drogas como una de las ocupaciones más rentables de Estados Unidos. Pero alguien que hubiese pasado un breve período observando los complejos de viviendas subvencionadas donde a menudo se vendía el crack, habría advertido algo extraño: los traficantes de crack no sólo seguían viviendo en esos complejos, sino que además la mayoría seguía haciéndolo junto a sus madres.
Las causas de determinados efectos no son tan evidentes
Frecuentemente, las causas de determinados efectos no son tan evidentes como parecen.
No cabe duda de que la legalización del aborto en Estados Unidos tuvo miles de consecuencias. El infanticidio disminuyó de manera radical. También lo hicieron los matrimonios “de penalti” y el número de hijos entregados en adopción (lo que ha conducido a un auge en las adopciones de niños extranjeros). Las concepciones aumentaron un 30%, pero los nacimientos descendieron un 6%, lo cual indica que muchas mujeres utilizaban el aborto como método radical de control de la natalidad. No obstante, tal vez el efecto más drástico de la legalización del aborto, y que tardaría años en salir a la luz, fue su impacto en la criminalidad.
Información privilegiada
Existe la información privilegiada y cualquiera que la posea, evidentemente, la usará en beneficio propio.
El momento en que un coche sale del concesionario es el peor de su vida, porque instantáneamente pierde hasta la cuarta parte de su valor. Esto tal vez parezca absurdo, pero sabemos que es cierto. Un coche nuevo que se compró por veinte mil dólares no puede volver a venderse por más de quince mil en el mejor de los casos. ¿La razón? La única persona que por lógica desearía revender un coche nuevo es alguien que ha descubierto que ha comprado un cacharro.
El libro es ágil y entretenido y en él veremos múltiples casos de cada una de estas cuatro directrices.
Causalidad, dependencia y correlación
Desde mi punto de vista, Freakonomics resume de forma magistral cómo pensamos los economistas (¿debería decir cómo debemos pensar?). Desde luego, los economistas no pensamos más ni menos, mejor ni peor que otras profesiones u oficios. Pero en lo más básico de nuestra formación hay unos cuantos conceptos que hacen que nuestras interpretaciones de lo que pasa y de por qué pasa puedan llegar a ser un poco diferentes a las interpretaciones que haría cualquier otra persona.
De esos conceptos fundamentales del pensamiento económico, el que más relacionado está con Freakonomics es la distinción entre causalidad, dependencia y correlación. En muchas ocasiones, los economistas nos ocupamos de dependencias entre variables económicas y de correlaciones entre ellas (la correlación es una dependencia lineal — léase proporcional). Pero tenemos muy claro que dependencia no implica causalidad –aunque la causalidad sí implica dependencia; de aquí el equívoco– y esto es lo que hace que, a veces, nuestros razonamientos parezcan un poco “extraños”. Que muchas veces nos paramos en la dependencia y no nos preocupamos de la causalidad porque dos variables económicas pueden variar conjuntamente sin ser una la causa de la otra.
¿Tener multitud de libros en casa implica que su hijo rendirá satisfactoriamente en la escuela? El análisis de regresión no puede responder del todo a esa pregunta, pero puede contestar a una sutilmente diferente: ¿tiene un niño con multitud de libros en su casa a rendir más que un niño sin libros. La diferencia entre la primera pregunta y la segunda es la diferencia entre la causalidad (pregunta número 1) y la correlación (pregunta número 2).
Levitt y Dubner se mueven a lo largo del libro en la frontera entre causalidad y dependencia, arrancando muchas veces una sonrisa con sus sorprendentes resultados. No en vano el subtítulo del libro es “Un economista políticamente incorrecto explora el lado oculto de lo que nos afecta”.
Biografía de los autores
Steven D. Levitt es profesor en la Universidad de Chicago desde 1997. En 2003, justo antes de comenzar su fructífera relación con Stephen J. Dubner fue galardonado con la medalla John Bates Clark, que se otorga cada dos años al mejor economista estadounidense menor de cuarenta años.
Por su parte, Stephen J. Dubner es un destacado y reconocido escritor, periodista y presentador de radio y televisión. Ha escrito varios libros y ha publicado artículos en el New York Times, en el New Yorker y en la revista Time
Conclusiones
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El planteamiento del libro es original y dinámico. No pierde tiempo en explicar los modelos subyacentes –de hecho, en ocasiones se echa un poco de menos un desarrollo un poco más “científico” de la situación analizada– y son pocas las ocasiones en las que veremos algún tipo de desarrollo analítico; es necesario advertir aquí que precisamente una de esas ocasiones tiene lugar en el primer capítulo cuando analiza el fraude en los exámenes de las escuelas públicas de Chicago.
No es un libro largo (250 páginas) pero puede que se haga un poco repetitivo en la estructura. Algunos ejemplos son extrapolables a la realidad española sin esfuerzo, pero otros están demasiado ajustados a la idiosincrasia americana. Por estas dos razones creemos que no deberíamos otorgarle más de 75 puntos a la hora de valorarlo.
Pero Freakonomics es ante todo un libro, como venimos diciendo, sorprendente, fresco y fácil de leer. Si tenéis ocasión, disfrutadlo. Si no sabéis qué leer estas vacaciones, aprovechad para pasar un buen rato pensando en causas, consecuencias, relaciones…