(Nueva York, 1912 – San Francisco, 2006) Milton Friedman inició sus estudios de licenciatura en la Universidad de Rutgers, de la que se trasladó a la Universidad de Chicago, donde se encontró con un departamento de Economía con un desarrollado ambiente intelectual. Principal representante de la llamada Escuela de Chicago, corriente económica que mantiene que el funcionamiento más eficiente de la economía se encuentra a través de mercados competitivos libres de ningún tipo de intervención del Estado, es considerado uno de los grandes de su época.
Desde sus inicios colabora como investigador de Henry Schulz en mediciones de demanda; de ahí integró varias asociaciones, así como la Oficina Nacional de Investigación Económica, en la que llevó a cabo el estudio de las estructuras de ingresos de profesionales liberales. Encargado de la política fiscal durante la Segunda Guerra Mundial y, posteriormente, fue nombrado director de la Asociación Estadística de la Universidad de Columbia, en la que se ocupó de problemas relacionados con la producción militar. Finalizada la guerra, accedió a la plaza de profesor de Teoría Económica en la Universidad de Chicago, en la que compaginó la docencia con la investigación sobre aspectos monetarios, complementarios de sus observaciones de los ciclos de negocio anteriores al conflicto bélico.
Durante la década de los cincuenta, Friedman fue designado como asesor del Plan Marshall, para el que investigó sobre los tipos de cambio, y obtuvo una beca Fullbright, que le permitió una estancia en la Universidad de Cambridge, donde en aquel momento las teorías Keynesianas estaban siendo sometidas a debate.
Fue consejero no oficial del presidente Richard Nixon, tanto del presidente Reagan y de la primera ministra británica Margaret Thatcher. Sin embargo, posteriormente mostró su crítica tanto con el gobierno británico como con el estadounidense con motivo del desempleo y de las políticas monetarias que se estaban llevando a cabo en la década de los ochenta.
En 1976 la Academia Sueca le concedió el Premio Nobel de Economía por sus estudios relativos al análisis del consumo, de la historia y la teoría monetaria, así como de la política de estabilización económica. Doce años más tarde, recibió la Medalla de la Libertad, la más alta condecoración civil de Estados Unidos.
Con unas ideas claras
La política económica al término de la Segunda Guerra seguía los criterios de los economistas de la escuela keynesiana: el Estado dirige la economía convirtiéndose en uno de los principales inversores para asegurar a la población unos bienes mínimos que permitan mantener un elevado ritmo de consumo; este consumo incentiva la producción con lo que se consigue que el crecimiento económico será continuo, evitándose el caer en recesión. La crítica de Friedman afirmaba que la aplicación de estas teorías en Estados Unidos acabaría con el llamado sueño americano.
La Escuela de Chicago, o Escuela Neocuantitativa, sostenía que el mercado es la única fuente de riqueza. Los beneficios de las empresas son los únicos generadores del crecimiento económico. Y ¿cómo se obtendrían? únicamente cuando el mercado funcionase con total libertad, para ello el Estado tendría que abandonar la realización de inversiones y fomentar que sean los particulares quienes lo hagan.
Quizá un buen economista, pero una pésima persona, que anteponía sus teorías al bienestar de las personas reales. Puede que sus ideas sean correctas, pero nunca deberían ser aplicadas.