En editoriales anteriores me habrán podido leer algunas cuestiones sobre deuda, la altísima volatilidad de nuestro mercado de deuda, las ganancias que ciertos movimientos especulativos generan, y como una de los conceptos más repetidos, la confianza. No en vano, hace pocas semanas, coincidiendo con el comienzo del año 2013, reflexioné sobre lo que entiendo como balance del año 2012, y ese concepto de unidad y confianza era recurrente. No vayan a pensar que me retraigo de tal reflexión, muy al contrario, los acontecimientos de ámbito económico y político no hacen más que ratificar lo que pienso acerca del funcionamiento interesado y especulativo de los mercados y lo que la confianza supone.
En los inicios del parqué español, cuyos primeros datos registrados de negociación se remontan al año 1856, tenía más peso la negociación de deuda, el juego en el patio se caracterizaba por la inexistencia de contratación de acciones y las obligaciones no alcanzaban el 1%. En este año se negociaron 110 millones de reales de Vellón (aproximadamente 150.000 euros), que parece una cifra ridícula, pero imagínenselo referido al PIB de la época. En 2006 la Bolsa española ha movido cerca de 865.000 millones de euros, un 2% más que en 2005, y al cierre del 2012, la capitalización bursátil se acerca a los 946.000 millones, es decir, a la totalidad de nuestro propio PIB. Lejos quedan los 16.000 millones de euros de contratación de finales de los años 80, cuando España ingresaba en la Comunidad Europea.
Lo que parece evidente cuando analizamos estos fríos datos, es que hemos pasado de ratios de un dígito respecto del PIB al 100% en la actualidad. Yendo más allá, parece muy claro que la dependencia es total, y que España está inmersa en la rueda de los mercados, cosa que por otro lado nos caracteriza como un país moderno.
Este hecho no me parece nada preocupante, sino un signo de modernidad, y las instituciones inspectoras y regidoras de los mercados, como el World Economic Forum denotan a nuestro mercado como un ejemplo de transparencia, liquidez y garantías hacia los inversores. Mis serias dudas aparecen cuando esa fortaleza es puesta en tela de juicio cuando de confianza hablamos. Si hacemos una mínima retrospectiva, desde hace unos dos meses, los mercados se comportan de una forma algo más relajada, como agradeciendo o valorando positivamente la batería de medidas de austeridad promulgadas por el gobierno de Rajoy, y al tiempo, creyendo que la senda de la recuperación se puede empezar a vislumbrar en un medio plazo de tiempo, fijado para inicios del 2014. Mientras documento y escribo este artículo, desde el Banco Central Europeo se congratulan de las medidas adoptadas y reconociendo la dificultad, recibimos una palmadita en la espalda y un ánimo que podéis.
Todo este esfuerzo, realizado siempre por los mismos, por el contribuyente medio, parece por momentos inocuo y baldío, puesto que los vaivenes de los índices de deuda y del mercado continuo siguen pareciéndose a una montaña rusa caprichosa, y sobre todo, muy sensible a un entorno altamente depresivo. Siempre he mantenido que estamos inmersos en esta volatilidad interesada y dirigida, en una especulación que siempre tiene la misma dirección, para beneficiar a los mismos grupos de poder. Por lo tanto, parece que para aquellos afortunados que posean algunos ahorros y deseen verlos crecer, estamos en un momento de alto riesgo, pero también de altos beneficios.
Tradicionalmente, y más en la última década, la cotización del oro ha pasado de 322 USD hasta los 1990 de este mes de Febrero, una revalorización francamente rentable, por cada euro le pueden ofrecer quinientos a día de hoy. Por esta misma razón, y por ser un bien que guardamos durante mucho tiempo, con unos períodos de rotación altísimos, cualquiera, a día de hoy, podría tener una pequeña fortuna y sin casi saberlo. El mercado de los metales preciosos siempre ha sido rentable, y sobre todo bastante seguro, alejado de los caprichos de la capitalización nominal de las acciones. Fijémonos en el Platino, que siendo muy estable, fluctúa desde el año 2008, desde los 2000 puntos hasta los 1750, pasando por algunos baches de 1500. Una buena rentabilidad en ambos casos, pero para los más pacientes y menos ambiciosos.
En contraposición, hay otras opciones mucho más rápidas, fulgurantes, y que nos pueden llenar los bolsillos con unos euros nada despreciables. Analicemos uno de ellos. Recientemente, y aun dando coletazos en los medios de una u otra doctrina, nos despertamos con una serie de escándalos políticos, corruptelas, enriquecimientos dudosos o ilícitos, diseminados por todas las latitudes españolas, de norte a sur. Poco a poco descubrimos pesebres y reductos, solo para unos cuantos, que en cuestión de meses, o unos pocos años, han visto incrementado su patrimonio de forma geométrica. Ni el oro, ni el platino, y muchos menos la Bolsa producen tales beneficios. Es por ello, que el intercambio de favores, la información privilegiada y la extendida corrupción son un valor seguro y rentable en el corto plazo.
Pero siendo estas opciones bastante significativas, lo que más me ha llamado la atención, por inédita, y por singular, jamás vista, y que hasta ha sobrecogido en Europa por innovadora, ha sido la inversión en fotocopias. Sí, en fotocopias. Sin entrar a evaluar la veracidad o no de las mismas, y teniendo en cuenta que su valor legal es nulo, las famosa fotocopias de caso Bárcenas han supuesto un verdadero azote bursátil. A las 48 horas de ser publicadas, y todavía sin estar verificadas a la fecha corriente, nuestra prima de riesgo se ha disparado en casi 50 puntos, alcanzando los 400, valor que hacía meses no se alcanzaba, y la bolsa se desploma perdiendo cerca de 500 puntos en horas. Solamente el coste diferencial en intereses, nos ha supuesto unos 150 millones de euros a pagar, en escasas horas.
Eso sí que es rentabilidad, negativa para la mayoría de nosotros, pero rentabilidad al fin y al cabo. Y como soy de la opinión, que al igual que el primer principio de la termodinámica, el dinero, no desaparece, simplemente cambia de manos, con lo cual, lo que nos han incrementado en la deuda, alguien se lo acaba de embolsar, y tan solo en unas horas.
Puede parecer que el ejemplo es absurdo, pero es real, basta con ajustar el timing de una noticia, bulo, rumor o escándalo, con una inversión en Bolsa, y verá como su dinero crece y crece, y si no es conocedor de antemano de la noticia, muy posiblemente ese mismo dinero decrecerá y decrecerá, y volviendo al principio termodinámico, alguien, al mismo tiempo verá como su bolsillo se hace más gordo y pesado. Así es, tanta sensibilidad no es más que producto de las reticencias que desde Europa se ciernen sobre nosotros, y lo poco que conseguimos con mucho esfuerzo, se desvanece en el tiempo en el que un helado se derrite en un Julio sevillano. Así es, son muchas las voces que alaban y aprueban nuestra fortaleza financiera, que se congratulan de los enormes esfuerzos reformistas, pero al final de la carrera, unos papeles de dudoso crédito dinamitan cual misil pershing nuestra esperanza.
Pero para no desviarme mucho sobre el tema fundamental de mi reflexión, si las opciones del oro o platino le parecen demasiado extensas en el tiempo, y si no poseen información privilegiada ni máquina de fotocopiar y un amigo en un medio de comunicación, siempre pueden invertir en servicios públicos como los parkings, la retirada de vehículos o tras concesiones de tipo administrativo, que le reportarán pingües beneficios en tiempo record. Probablemente desde Europa se vea como una falta de confianza hacia nuestro sistema, pero a quién le puede importar tal cuestión si puede ceder tal principio personal a un mullido colchón de euros.