Ha pasado ya un año de la polémica reforma laboral del Gobierno de Mariano Rajoy. El Partido Popular hacía en su momento hincapié en decir que esta reforma no iba a dar frutos a corto plazo, sino que era una medida planteada para el largo plazo. Son muchos economistas los que empiezan a hacer balance, quizás algo temprano (o no) para saber si esta reforma ha tenido éxito. El Gobierno afirma sin aportar ningún estudio ni datos que lo demuestren, que de no haber hecho la reforma se hubiese producido un mayor desempleo. Difícil de creer.
A la vista de los datos actualizados a Febrero de 2013, observamos que la cosa pinta bastante mal. El paro ha subido exponencialmente, sin tener ningún atisbo de recuperación. Concretamente se han destruido más de 850.000 empleos y España cuenta con 691.700 desempleados más, según los datos de la Encuesta de Población Activa.
La reforma había sido diseñada para flexibilizar el mercado laboral, abaratando la indemnización por despido hasta los 20 días. Por otro lado otro de los objetivos que se buscaban era la contención de los salarios y las reducciones de jornada, para evitar la pérdida de empleos, fomentar la contratación indefinida y así reducir los contratos temporales. A la vista de la evolución de los datos, observamos que los objetivos planteados con la reforma laboral hace un año no se han conseguido e incluso podríamos pensar que la reforma laboral ha sido contraproducente.
Hablando de la cuestión de la temporalidad, ha habido pocos avances. El 92% de los contratos creados siguen siendo temporales y sólo el 8%, fijos. Por otro lado la velocidad de pérdida de empleo fue mayor durante el pasado año que en 2009, que fue el ejercicio donde la crisis pegó mas fuerte. En ese año, por cada punto de bajada del PIB (la caída había sido un -3,6%) se destruyeron unos 330.000 empleos. En 2012, en cambio con una caída de la economía del -1,4%, la cifra supera los 600.000 por punto.
Para justificar la pérdida de empleo, no debemos tampoco culpabilizar a la reforma laboral en toda su totalidad, ya que otro tipo de situaciones tales como la subida de los intereses de la deuda pública, la contención del gasto público- que ha hecho que baje sustancialmente el gasto en infraestructuras por ejemplo- o la caída del crédito que se conceden a las empresas, ha influido de manera tajante en la mala situación que vivimos.
Parece que las políticas económicas se han enfocado en abaratar costes laborales y en la austeridad absoluta, ¿para qué?, ¿Para competir en costes con China? Es un auténtico misterio. No se ha hecho absolutamente nada en cuestiones de dinamización económica. No hay estímulo en la economía, no hay un plan reestructurador que haga ocupar el gran vacío que ha dejado el sector de la construcción en el país, no se fomenta la cultura emprendedora, no hay política fiscal expansiva que haga aumentar el consumo, no se invierte en conocimiento ni I+D (más bien todo lo contrario). Es decir, no se ha echado mano en ningún momento de toda una serie de requisitos que creo que serían una base fundamental para salir de este pozo sin fondo. Que el tiempo ponga a cada uno en su sitio.
Ni la reforma laboral buscaba un auténtico cambio en la estructura de nuestro mercado laboral, ni por entero, culpable del número de parados.
Primero, porque la única forma de crear empleo, por mucho que los Estados se empeñen, no es aumentado el gasto público, sino dotando de mayor flexibilidad al mercado. Y si, cuando hablo de flexibilidad, hablo de despido libre, porque al igual que la contratación es libre, o debería serla, el despedido debería serlo también.
El abuso de los contratos temporales es consecuencia de una ley contractual que permite esa dualidad, con un contrato único con despido libre y sin indemnizaciones obligatorias, sino pactadas entre trabajador y empresario, las cosas cambiarían.
Por cierto, rectifico mis palabras, ya existe el despido libre, porque cualquiera puede irse a la calle mañana mismo, pero lo que debe es imponerse es el despido gratuito. Las empresas deben tener la suficiente agilidad para adaptarse al cada vez más cambiante y veloz exigencias del mercado.
Si se quiere dinamizar la economía, se debe acabar con el efecto expulsión de la financiación privada por parte de la pública, bajar los impuestos, terminar con las subvenciones, reducir las trabas administrativas de comercio, de apertura de negocio, liberalizar el sector energético y su precio, acabar con la negociación colectiva, etc.
Un saludo Fernando, y gracias por permitir el intercambio de ideas.
Gracias por comentar Alberto!
Pues precisamente se “olvidaron” de hacer ese cambio estructural en la economía. Hacer una reforma de este calibre, sin políticas de estímulo carece de sentido.