Terminan las navidades y con ello una de las épocas de mayores gastos para las familias, fiestas, regalos, etc. han dejado vacía la hucha de las economías familiares del común de los mortales. Tras las navidades llegan las rebajas, en las cuales nos lanzamos como locos a la búsqueda de la mejor ganga, y en ocasiones nos dejamos llevar por la impulsividad del descuento, sin pensar realmente en el uso que le vamos a dar al artículo que estamos adquiriendo.
Este entorno es el perfecto caldo de cultivo para caer en las trampas de algunas tarjetas de crédito.
En el dinero de plástico tenemos varias opciones:
– Prepago: cargamos la tarjeta y podemos comprar hasta el límite de la carga. – Débito: se nos realiza el cargo en el momento de la compra en nuestra cuenta bancaria. – Crédito clásico (a fin de mes): tenemos un disponible de crédito el cual saldaremos con la entidad emisora de la tarjeta a final de mes. – Crédito revolving (a plazos): vamos saldando poco a poco el saldo dispuesto de nuestra tarjeta de crédito.
Las tarjetas de crédito de por si, no son ningún enemigo, todo lo contrario, yo soy un firme usuario de las mismas, pero hay que tener mucho cuidado en que tipo de terreno estamos jugando. Cuando nuestra tarjeta es de pago a final de mes, nosotros saldaremos nuestra deuda acumulada durante ese periodo de una vez, generalmente sin cobro de intereses. Lo que conseguimos con esta modalidad de tarjeta es aplazar un máximo de 30 días nuestras compras, por ello siempre puede ser una buena aliada para aplazar pagos al mes siguiente, siendo consciente de que el próximo mes tendremos un nivel de gastos inferior.
Por el contrario la segunda modalidad de tarjeta de crédito, las denominadas crédito revolving, en mi humilde opinión son lobos con piel de cordero. Generalmente el aplazamiento de las compras con esta modalidad de tarjetas lleva asociado unos importantes gastos financieros que pueden rondar entre el 12% y el 25% TAE. Es muy probable que cuando te la ofrezcan, o leas la publicidad de la misma se te informe de un tipo entre el 1% y el 2%, si lees con detenimiento te darás cuenta de que se trata de un tipo de interés nominal mensual. Otro problema asociado a este tipo de tarjetas, son las cuotas predeterminadas que están marcadas por defecto; si no modificamos nuestra cuota es posible que sea excesivamente baja, lo que nos costará muchos meses amortizar nuestra deuda, lo que mes a mes irá generando el pago de intereses a los tipos anteriormente citados. Por ello, aunque debemos tenerlas presentes para aplazar pagos si no nos queda otro remedio, debemos ser muy conscientes de su peligro.
Otra forma de financiar nuestras compras, es mediante el establecimiento en el que lo estamos adquiriendo. En algunas ocasiones esta financiación es totalmente gratuita, siendo al 0% TAE, aunque a veces intentan vendernos algún seguro o algo complementario. En otros casos, se nos informa de que el tipo de interés es del 0%, pero se omite información sobre las comisiones, ejemplo de ello, podría ser un establecimiento que ofrece fraccionar la compra en tres meses, con el módico precio de 5€ de costes de gestión.
¿Cuánto coste nos supone esta financiación ”sin intereses”? Veamos un ejemplo de una compra de 150 euros. La cual abonaremos en cuotas de 50 euros mensuales, en tres meses. Sin darnos cuenta, con esa comisión de _”tan solo 5 euros”, estamos incurriendo en un coste cercano al 20% TAE el cual probablemente nos parecerá más abusivo, y de habérnoslo ofrecido así, igual no hubiéramos incurrido en la financiación del artículo.
Estos periodos de estrechez financiera, y alto consumismo, son también propicios a caer en los créditos rápidos, los cuales rondan los tipos de interés de las tarjetas de crédito, y es muy probable que nos suponga un enorme coste financiero financiarnos a través de los mismos.
¿Eres usuario de las tarjetas de crédito? ¿Qué tipo de tarjetas usas? Esperamos tus comentarios