En una economía estable, lo natural sería que la remuneración de los bonos a largo plazo fuese superior a la correspondiente a las inversiones a plazos cortos con el fin de premiar los riesgos de liquidez y reinversión inherentes a este tipo de operaciones. Os propongo un ejemplo tradicional: si yo tengo miedo de que los tipos de interés bajen, me decantaré por la compra de bonos a 10 años, cuya rentabilidad pongamos que sea un 7,5%, pagando 100 € por él. Es decir, dicho bono me pagará anualmente 7,5 € por cada bono que posea. Ahora imaginemos que muchos inversores decidimos lo mismo, eso significa que la rentabilidad que nos está ofreciendo el bono nos compensa con creces los riesgos mencionados asociados al plazo de vencimiento del producto financiero. ¿Consecuencia? El precio del bono subirá, reduciendo simultáneamente la rentabilidad del mismo, puesto que para todos aquellos que paguen un precio superior a nuestros 100 € la rentabilidad será inferior al 7,5%. Si este efecto de preferencia por plazos largos, ante un temor de reducción de tipos, se generaliza en el mercado, es posible que se elimine la remuneración de riesgos de tal modo que, a efectos de rentabilidad, resulte indiferente comprar bonos a corto o a largo plazo, siendo su representación gráfica una curva de tipos plana. O incluso mucho más rentable comprar bonos cuyo plazo sea inferior, aquí tenemos la denominada curva de tipos invertida.
Pues bien, eso mismo ha sucedido esta mañana, la curva de tipos se ha invertido con las siguentes cifras: los bonos a cinco años se han situado en el 7,77% frente al 7,74% y el 7,6% de los bonos con vencimiento en 2022 y en 2042. Finalmente, el mercado ha cerrado con un 7,25% para el corto plazo y el 7,41% y el 7,30% para los bonos a 10 y 30 años, volviendo a la normalidad. El hecho de que la situación haya mejorado, no es más que una pequeña tregua, puesto que no podemos obviar que la desconfianza en la economía española es un hecho más que contrastado. Todos los analistas coinciden en que el mercado considera insuficiente el rescate bancario y los inversores están descontando una posible intervención del estado por parte de Europa. Esto ha sucedido en otros países europeos perceptores del rescate en los dos años anteriores, de los cuales, el único que ha conseguido remontar a una situación de normalidad ha sido Irlanda; Grecia y Portugal, continúan con al curva de tipos invertida presente e Italia, no consigue librarse de una curva plana. Las dudas sobre la solvencia de estos países a corto y medio plazo conlleva que los inversores acudan hacia inversiones de plazos más elevados, la falta de demanda de estos valores con vencimientos cortos implica que su rentabilidad crezca inexorablemente.
No es la primera vez que nos vemos en éstas. Haciendo un repaso de lo sucedido en los últimos años y volviendo a enero de 2007, el panorama era el siguiente: las letras a 12 meses estaban al 3,77%, mientras que los bonos a 3 años al 3,64%. En esos momentos, los analistas coincidían en que era mucho más atractivo tener el dinero invertido en deuda, puesto que los inversores esperaban una bajada de las bolsas a la que se sumaba la expectativa de una inflación reducida en los próximos meses. A ello se sumaba una expectativa de bajada de tipos de interés, esto es lo que explica la inversión a tipos más largos. De no ser así, siempre sería mucho más interesante invertir en plazos cortos, para poder reinvertir de nuevo una vez vencido el plazo. Así que todos los síntomas apuntaban a una recesión econónica.
Y, ¿ahora? ¿Qué opináis? ¿Es un vaticinio de que la situación va a empeorar? O, por el contrario, ¿la actitud de los inversores y sus acciones no tienen qué ver con los acontecimientos futuros?