El sistema bancario y sus implicaciones (II)

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En la anterior entrada, intenté explicar de forma sencilla el papel de las entidades bancarias, los bancos centrales, además de una breve aproximación a la política monetaria. En el presente artículo expondré mis opiniones sobre el sistema de reserva fraccionaria que regula el actual sistema financiero y sus implicaciones sobre la economía. Aunque a primera vista pueda parecer que el tema no es de actualidad, al término de su lectura veremos que al contrario, es un asunto al rojo vivo.

El sistema bancario

Como decíamos ayer. Recordar que un sistema de reserva fraccionaria significa que los bancos únicamente tienen la obligación de mantener en sus reservas un 2% del dinero depositado a la vista por sus clientes, mientras que el 98% restante puede disponerse libremente. El origen de este mecanismo se encuentra en la Ley de Peel de 1844 (Peels Bank Act), aprobada por el entonces Primer Ministro del Reino Unido Robert Peel, en la cual se establece como obligatorio un coeficiente de caja del 100% en oro a los bancos privados respecto a la emisión de papel moneda (patrón oro), pero cometiendo el tremendo error de olvidarse de aplicar la misma directiva a los depósitos. Ello posibilitó el desarrollo y extensión de la reserva fraccionaria y la expansión del crédito. Sin embargo, también permitió la creación de uno de los mayores problemas del sistema bancario actual: los bancos centrales. En palabras del Catedrático Jesús Huerta del Soto:

la Ley de Peel de 1884 […], respaldó la creación de un sistema de banca central que, posteriormente, y sobre todo por culpa de la negativa influencia de teóricos de la escuela bancaria como Marshall y Keynes, terminó siendo utilizado como respaldo de las erróneas teorías de estos prestigiosos economistas, para justificar e impulsar unas políticas de descontrol monetario y desmán financiero mucho peores que aquellas a las que originariamente se pretendía poner remedio. (HUERTA DEL SOTO, J. 1994, 133).

La creación de este tipo de entidades supone ir contra la natural evolución del sistema bancario y permite dar rienda suelta a “un acto ilegítimo de apropiación indebida” (HUERTA DEL SOTO, J. 1994, 133). Ya que el depósito es una custodia, contrato jurídico que supone “la obligación de tener siempre a disposición del depositante una cantidad igual a la recibida…” (GARRIGUES, J. 1975, 365) Ya que actuarán como responsables en última instancia de la mala gestión de banqueros irresponsables. Como relata el profesor Huerta del Soto:

Esto sucedió, en un primer momento, de una manera vergonzante y secreta, pues todavía se tenía por parte de los banqueros la conciencia de un mal proceder; y sólo posteriormente los banqueros consiguen que la violación del principio tradicional del derecho se efectúe de una manera abierta y legal, cuando felizmente obtienen del gobierno el privilegio para utilizar en su propio beneficio el dinero de sus depositantes (generalmente en la forma de créditos muchas veces concedidos, en un primer momento, al propio gobierno). De esta manera se inicia la relación de complicidad y la coalición de intereses que ya es tradicional que exista entre gobiernos y bancos, y que explica a la perfección las relaciones de íntima compresión y cooperación que existen entre ambos tipos de instituciones y que hoy en día se aprecian […]. Y es que los banqueros pronto se dieron cuenta de que la violación del principio tradicional del derecho mencionado daba lugar a una actividad financiera altamente lucrativa […] . (HUERTA DEL SOTO, J. 1994, 136-137)

El papel pernicioso de los bancos centrales se entiende mejor cuando se explica, además, su culpabilidad en los ciclos económicos de auge y caída que desde su creación, viene padeciendo el sistema. Recordemos que el sistema de reserva fraccionaria permite la expansión crediticia y que, además, los propios bancos centrales controlan la política monetaria, sobre todo a través de los ajustes en el tipo de interés. Pongamos un ejemplo real.

En el año 2.001, el atentado de las Torres Gemelas provoca una caída económica que acaba afectando a las empresas punto com. Para evitar una caída del consumo, pues cuando el consumidor ve que se avecinan malos tiempos aumenta su ahorro, el banco central decide bajar los tipos de interés por lo cual:

– no resulta tan atractivo ahorrar, debido a la baja remuneración del interés que nos ofrecen; – aumenta la masa monetaria en circulación, debido a que los bancos pueden financiarse de forma mucho más barata en los mercados inter-bancarios.

Estas medidas buscan mantener o aumentar el consumo privado, para no hacer peligrar la producción y por tanto el crecimiento económico. Pero de forma adulterada, claro está.

Los clientes de los bancos comprueban que realmente ahorrar no sale tan a cuenta y que, invertir sus ahorros en otros activos o bienes es más lucrativo que ese 1% que le ofrece su banco, por lo que acaba retirando todo o parte de sus ahorros. Las entidades bancarias ven como se reducen una de sus vías de negocio (el pasivo en jerga del sector) y que deben buscar otra forma de crecer vía prestamos (vía activo). Debido a que contar con dinero para prestar sale muy barato porque los tipos de interés del banco central están muy bajos, permite ofrecer préstamos y créditos a sus clientes a tipos muy atractivos para que inviertan sus ahorros de forma más rentable. Este mecanismo se ve aumentado por el sistema de reserva fraccionaria, ya que a los bancos no les interesa tener mucho dinero en las arcas del banco central, que les ofrece un tipo también muy bajo, por lo tanto, mantienen el coeficiente de reserva legal mínimo exigido, el 2%.

Esto provoca una auténtica borrachera de dinero fácil para invertir y realizar proyectos. La ecuación de que ahorro es igual a inversión no se ve tan clara, porque está claro que se ha multiplicado el dinero pero no mediante ahorros reales, sino gracias al mecanismo de la reserva fraccionaria.

Es esa financiación sin ahorros reales lo que distorsiona la señal de los inversores, empresarios y particulares. Algo que explica a la perfección la Teoría Austriaca del Ciclo Económico. Expuesta y resumida de manera brillante, como no, por el profesor Huerta del Soto, es un extracto largo, pero les aseguro que merece la pena:

Y es que los cambios monetarios jamás son neutrales. Cuando se crea determinada cantidad nueva de dinero, ésta siempre entra en la economía por un punto muy concreto; se gasta primero en determinados bienes y servicios y sólo después, lentamente, se van extendiendo sus efectos por el resto de la estructura productiva. Esto implica que determinados precios se verán afectados antes que otros, modificándose la asignación de recursos como consecuencia de ello. En efecto, gracias a la llegada del nuevo dinero, determinados empresarios que habrían obtenido pérdidas, obtienen beneficios, y muchos trabajadores, que no habrían encontrado trabajo en determinados sectores, se ven fácilmente empleados en los mismos; además, se crean nuevos tipos de negocios, ampliándose las instalaciones ya existentes.

Continúa el profesor Huerta del Soto:

Generalmente, el nuevo dinero llega al mercado previa reducción artificial de los tipos de interés, dentro de una política de clara expansión crediticia. La baja del tipo de descuento y las mayores facilidades crediticias, lógicamente, incrementan los gastos de inversión en relación con los gastos de consumo, distorsionando todos los indicadores que guían a los empresarios, y en especial la rentabilidad relativa del capital invertido en cada una de las etapas o fases en que, para los austriacos, está dividida la estructura de la producción. Tales etapas representan los sucesivos procesos productivos interrelacionados que, desde los bienes de orden más superior a los más próximos al consumo, existen en la realidad; se combinan en las mismas los más heterogéneos bienes de capital que se van produciendo con los factores originarios (tierra y trabajo), para dar lugar a bienes de capital más elaborados, y, en última instancia, tras la necesaria espera, a bienes de consumo.

Los bajos tipos de interés, logran que ahora surgan como beneficiosas inversiones que antes no lo eran. Que el incremento relativo de los gastos de inversión hace subir el precio de los factores de producción, con lo que tienden a adoptarse métodos productivos menos intensivos en trabajo, notándose un incremento en la demanda de muchos recursos naturales. De forma simultánea, se reducen los beneficios en las industrias de bienes de consumo (que ven sus costes aumentar sin que ocurra lo mismo con los precios), comenzando un trasvase de factores productivos de las mismas hacia las industrias de bienes de capital.

Sin embargo, pronto la demanda de bienes de consumo comienza a aumentar, como resultado del incremento de las rentas que reciben por los factores de producción, motivado por el dinero que ha inyectado el Banco Central, ya a disposición de los mismos. Los consumidores no tienen por qué haber modificado apreciablemente la proporción en que desde el principio distribuían sus ingresos entre bienes presentes y futuros, haciéndose evidente una inflación de los bienes de consumo motivada por:

– el efecto de la llegada del nuevo dinero al sector, cuya demanda por ello se ve incrementada; – porque la oferta de bienes de consumo, lógicamente, tiene que disminuir por un tiempo, en cuanto comience el alargamiento de los procesos productivos, y mientras se complete la nueva estructura que ha invertido en bienes de capital (maquinaria, etc.); no sólo porque se retiran recursos de los sectores más próximos al consumo, sino porque además se dedica una gran parte de los mismos a inversiones que sólo después de mucho tiempo empezarán a producir sus resultados.

Todo ello, según Huerta del Soto a que:

El alza de los precios, así creada en el sector de bienes de consumo, produce unos efectos totalmente opuestos a los ya descritos para la expansión crediticia: los beneficios de las industrias más próximas al consumo comienzan a elevarse, mientras que decaen los correspondientes a los sectores de bienes de inversión. Los bienes de capital que empezaron a producirse teniendo en mente una estructura productiva muy capitalista han de readaptarse, si ello es posible, a otra que lo es menos (y por tanto que es más trabajo-intensiva, como es lógico, si se tiene en cuenta que el alza de precios de bienes de consumo supone una reducción de los salarios reales). Y, en general, comienza el traslado de los factores productivos de la inversión hacia el consumo, apreciándose grandes pérdidas en los sectores más capitalistas (construcción, astilleros navales, etc.), que sólo son rentables para bajos tipos de interés, y que se ve ahora se desarrollaron con exceso. En suma, ha llegado la depresión económica por falta de recursos para completar unos cambios en la estructura productiva demasiado ambiciosos; depresión que se manifiesta externamente por la existencia de un exceso de producción en los sectores de inversión y una escasez de la misma en los más próximos al consumo. (HUERTA DEL SOTO, J. 1994, 165-1667).

¿Les suena de algo todo lo descrito en las líneas anteriores?

Archivado en Banca, Banco de España, BCE, Cajas de Ahorro, Crisis, Mercados financieros, Teoría Económica
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Comentarios (14)

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  • Adry91Rocks dice:

    Es que eso de que el ahorro es igual a la inversión no es verdad. Imaginémonos una situación ideal donde los consumidores ven que sus expectativas a largo son malas y deciden ahorrar, esto haría bajar el tipo de interés lo que haría lanzarse a los empresarios a invertir, pero no lo harían porque ellos también tendrían malas perspectivas. Y no invertirían y las fases alejadas del consumo, porque si los consumidores no demandan coches, los fabricantes de coches no demandan materias primas para ello.

    • Bienvenido Adry91Rocks,

      La identidad ahorro igual a inversión, claro que no tiene porque ser cierta, de hecho, no lo es cuando las economías nacionales tienen un sector exterior.

      Lo que usted describe es la “paradoja del ahorro o la frugalidad”, que Hayek se encargó de resolver.

      Todo incremento del ahorro deprime el consumo y por tanto tiende a hacer disminuir el precio relativo de los bienes de consumo. Pero si bajan el precio de los bienes y mi salario nominal sigue siendo el mismo, se produce una aumento de los salarios reales. El denominado por Hayek “efecto Ricardo”, consistente en la mayor demanda de bienes de inversión a que da lugar el incremento de los salarios reales que motiva ceteris paribus toda disminución en el precio de los bienes de consumo producida por el ahorro. Es decir, para un empresario el precio de la mano de obra se ha incrementado, por lo cual la inversión en bienes de capital (maquinaria) se ha abaratado, ya no solo por la reducción de los tipos de interés, sino también por ese aumento de los salarios reales. Por otro lado, se produce un aumento relativo de los beneficios empresariales de las etapas más alejadas del consumo, cuyos productos tienen a incrementarse de valor en un entorno en el que los tipos de interés se reducen como consecuencia de la mayor abundancia del ahorro. El resultado […] es un alargamiento de la estructura productiva, que se hace más capital-intensiva gracias a la financiación que permiten los recursos reales ahorrados en mayor cantidad.

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