Contra viento y marea: La estafa de la deuda pública de Vicenç Navarro

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“Contra viento y marea” es una nueva sección en CapitaLibre con ganas de polémica, debate e intercambio. Los miércoles, ese día de la semana anodino, en el que llevamos dos trabajados y nos faltan dos para volver a descansar, ya no volverán a ser tristes y aburridos, sino el día que un humilde servidor, contra viento y marea, defenderá sus ideas y posturas contra artículos y opiniones que no comparto.

capitan-talisker

Me gusta cuando alguien ataca directamente a mi línea de flotación:

La causa más importante (y más silenciada por los medios) de la elevada deuda pública en España ha sido el dominio de la banca –y muy en especial de la banca alemana- y de las fuerzas neoliberales que ésta promueve en el diseño del euro y su sistema de gobierno. Veamos los datos. Tales fuerzas establecieron un Banco Central que no era un Banco Central, sino que era un enorme lobby de la banca. Lo que hace un Banco Central en un país es imprimir dinero y con este dinero compra deuda pública a su Estado, de manera que si los intereses de sus bonos se disparan porque el Estado tiene dificultad para venderlos, el Banco Central entra y compra muchos bonos, con lo cual los intereses bajan. El Banco Central está ahí para defender a su Estado frente a la especulación de los mercados financieros. En contra de lo que se dice y de lo que se escribe, los intereses de la deuda los decide un Banco Central, no los mercados financieros.

Quien defiende esta tesis es el Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Pompeu Fabra, Vicenç Navarro, escrita en su blog del diario Público, Pensamiento Crítico. En concreto, su entrada del día 30 de octubre bajo el título La estafa de la deuda pública.

Parece que nuestro autor se ha olvidado pronto de cuales eran las primeras funciones que asumieron los bancos centrales, que no era otra que financiar las guerras. El primero de los bancos centrales que vio la luz en Europa fue el Banco de Suecia en 1668, al auspicio de la corona sueca. Claro que esa disposición para financiar toda inversión estatal generó una escalada de los precios y por consiguiente, tal inflación, que la economía se vio arrastrada a una crisis que en 1779, al Banco de Suecia se le obligó a respaldar toda la masa monetaria con oro, es decir, un patrón oro. Lo malo es que Suecia entró en guerra con Rusia, el patrón fue borrado porque el estado sueco necesitaba financiar el conflicto bélico. Una historia parecida es la que tiene a sus espaldas el Banco de Inglaterra, creado en 1694 para servir de apoyo financiero en la guerra contra Francia.

En 1844, el Parlamento Inglés pareció entender que el crecimiento artificial de la oferta monetaria generaba inflación. Esto llevó a la modificación de la Ley del Banco de Inglaterra, señalando expresamente que el incremento en la oferta monetaria debía ser respaldada por oro a fin de garantizar la estabilidad de precios. ¿Cuál era esa ley? Pues la famosa ley de Peel, que sin embargo, se olvidó de la misma exigencia para los depósitos, señalando el inicio del sistema bancario con reserva fraccionaria.

En España nació en 1782 para pagar los gastos la Guerra de la Independencia Americana, en Francia en el año 1800 para financiar los sueños de grandeza de Napoleón Bonaparte. Sin embargo, entre todo este marasmo de bancos centrales financiando guerras y caprichos estatales, nace en 1875 el Banco Central Alemán, o banco Reich, nacido de los cimientos del banco comercial Prusia de Berlín. Sin embargo, la legislación alemana contenía una excepción en comparación con el resto de bancos centrales, a pesar de estar subordinado al gobierno de turno, el banco central tenía prohibido la financiación de las necesidades del estado. Esa excepcionalidad convirtió al Reich en la columna del sistema monetario internacional demostrando que un banco central no debía financiar al gobierno para poder así controlar la inflación y preservar la estabilidad monetaria. Sin embargo, toda legislación puede modificarse cuando el estado se ve necesitado de recursos monetarios y así, en 1914, cuando estalló la primera Guerra Mundial, dicho principio fue violado. Todos saben que la Alemania de este período ha sido el país que ha experimentado la hiperinflación más elevada de toda la historia.

Las autoridades alemanas no tardaron en darse cuenta de su error y en 1957, después de cometer por segunda vez los mismos errores bajo el nacional socialismo, crearon el Bundesbank, dotándolo de una independencia que ha sido modelo para el resto de bancos centrales, con una única misión, el control de los precios y la inflación. Ahí es donde hallamos los fundamentos teóricos del Banco Central Europeo.

La historia de la Reserva Federal es parecida sino casi idéntica. Durante muchos años, tantos gobiernos republicanos como demócratas, usaron la capacidad de crear moneda (conocido como privilegio de señoreaje) de los bancos centrales, para fomentar el crecimiento económico. Se producían ciclos con altos crecimientos del empleo, pero seguidos de crisis profundas por subidas espectaculares de la inflación. La independencia de la Reserva Federal no comienza a verse como necesaria hasta la llegada del monetarismo y Milton Friedman en la década de los años 70 para controlar la crisis de un excesivo endeudamiento estatal y una escalda de los precios, fenómeno que se conoció como estanflación.

Una de las preguntas que se hace el Sr. Navarro en su artículo es:

Si el BCE hubiera prestado el dinero al Estado español, en lugar de éste tener que pedirlo a la banca privada, el Estado hubiera ahorrado muchísimo dinero. El Estado, en lugar de pagar unos intereses al 6%, hubiera pagado al 1% (como pagan los bancos para obtener dinero del BCE), ahorrándose muchísimo, pero muchísimo dinero, sin que hubiera aparecido el problema de la deuda pública, y sin que se hubiera necesitado hacer ningún recorte de gasto público. Hoy, uno de cada cuatro euros que el Estado se gasta va para pagar su deuda pública, predominantemente a los bancos. Si hubiera recibido dinero directamente del BCE no habría habido ninguna necesidad de hacer recortes.

Lo que parece no querer contarnos el autor es que de haber sido ese el caso, los estados hubiesen seguido gastando y gastando mientras la máquina de haber billetes del Banco Central Europeo funcionase. Si ese hecho se hubiese producido, la cantidad de dinero en circulación, es decir, la masa monetaria sería tan elevada, que el euro sufriría una devaluación con respecto a otras monedas, como por ejemplo el dolar, lo cual originaría un encarecimiento de las importaciones, sobre todo de las materias primas energéticas, provocando una presión sobre los precios enorme. Además, los tipos de interés de la banca comercial serían tan bajos, que estaríamos en los años previos a la crisis del 2007, es decir, una auténtica borrachera de dinero corriendo por la economía.

El trasfondo del artículo del Sr. Navarro no deja de ser una defensa de una de las teorías monetarias de moda del momento, la Teoría Monetaria Moderna, de la cual ya he hablado en un artículo en este mismo blog. Lo malo es que el autor no nos dice los efectos negativos y peligrosos de dicha teoría, que parece bendecida con mil bondades y ningún inconveniente, aunque no señalarlos no quiere decir que no existan.

Archivado en Banca, Banco de España, BCE, Crisis, Deuda Pública, Mercados financieros
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