Los autónomos se encuentran asfixiados por medidas fiscales y contribuciones a la seguridad social que no les permiten la flexibilidad de ajustarse a sus ingresos, sobre todo en tiempos de crisis y en momentos en los que la falta de liquidez se nota en todas sus cuentas. Las últimas estadísticas publicadas, que hacían referencia precisamente a las bajas ganancias que obtiene el colectivo, ponían el colofón a una situación que se hace insostenible, más aún si se compara con el resto de países.
Pero por el momento, ni las reformas anteriores, ni la fiscal, parecen orientadas a ayudar al colectivo. La bajada de las retenciones al 15% solo para las rentas inferiores a los 15.000 euros choca de pleno con las expectativas de cualquier autónomo al echar las cuentas. Aún con la rebaja, en la declaración de la renta sale una buena cifra a devolver. Y eso quita liquidez mensual al profesional. ¿Y cuál es la solución? Armarse por su cuenta utilizando el modelo low cost.
Evitar el alquiler de un local propio, trabajando en casa, en el garaje o incluso en una de las alternativas que ofrece el coworking. Darse de alta en la seguridad social solo cuando realmente se obtengan ingresos intentando concentrar toda la facturación en esos períodos. Bajar los precios reduciendo el margen de los costes asociados para intentar lograr más contratos y que los beneficios aumenten por mayor facturación. Desde luego, no es algo que se pueda aplicar a todos los autónomos, ni tampoco un concepto que vaya a brillar por la calidad o por la buena expectativa del sector. Pero al menos por el momento, tal y como están las cosas, y como parece que van a estar, es lo que nos queda y el único de los modelos que parece expandirse y funcionar en términos de beneficios que se obtienen.
Imagen: Sheila Scarborough