La reforma fiscal llegó con varias novedades. Lo cierto es que algunas mejores que otras, y en la práctica, para muchos expertos, resulta más electoralista que práctica, ya que la rebaja no será tal al eliminarse deducciones, reducirse bases mínimas o desaparecer ciertos gastos que se podían aplicar para que la factura fiscal fuese menos sangrante. Sea como sea, hubo normas que sí sorprendieron, sobre todo, porque no se las esperaba. El ejemplo claro fue el IVA de las flores, que actualmente estaba en el 21% (modificado por el ejecutivo cuando subió el IVA) y que a partir de 2015 pasará al 10%.
Nadie entiende el baile de precios al que juega el ejecutivo. Es cierto que para ese sector, la factura se notó y mucho. Pero también en muchos otros, y no ha habido cambios. ¿Por qué unos sí y otros no? Simple. En España, aún pese a tener un IVA general del 21% en consonancia con otros impuestos europeos, nos encontramos con que en realidad de media se paga un 13,2% de IVA. Eso ocurre por los muchos productos que se encuentran en los tramos reducidos y superreducido, y que según Europa deberían desaparecer de ahí.
En realidad, la lógica de tener varios tipos de IVA debería responder a la protección de las partes más bajas de la sociedad en cuanto a ingresos. Pero el hecho de que de media se pague un 13,2% crea justo el efecto contrario. Las rentas más altas, que acceden a productos no básicos en mayor medida, se benefician de un impuesto menor. A cambio, las más bajas, deben pagar más por aquellos que sí podríamos entender como de primera necesidad.
Aunque el ejecutivo había hecho caso en parte a Bruselas cambiando muchos rubros al 21%, ahora con las flores, da marcha atrás, y lo hace muy probablemente por hacer un guiño a Más, ya que hay que recordar que Cataluña es el primer productor español.
Imagen:marimbajlamesa
