Hace muy poco tiempo leí un artículo de un colega de profesión, Rafael Cera, que versaba sobre lo necesario de aumentar, por no decir iniciar, la adquisición de nuevos directivos en las pequeñas y medianas organizaciones. Evidentemente suscribo hasta la última coma de lo escrito. Por otro lado, el creciente desánimo social, crispación, aburrimiento de establishment, y la grave crisis de valores que sufrimos, me hizo pensar que lo mismo que estamos pidiendo a gritos en la calle, tanto a políticos como Instituciones, tiene su paralelismo en el seno de las organizaciones; esto que solicitamos y exigimos se resume en transparencia, coherencia, capacidad, compromiso y la verdadera aplicación de valores éticos fundamentales y espontáneos. Así leído, en teoría, parece que su aplicación nos devolvería a Alicia en el País de las Maravillas, sin embargo, es muy fácil pedir que estos cambios los realicen otros, mientras nosotros mismo seguimos actuando como siempre, sumidos en la falta y ausencia de dichos conceptos.
Lamentablemente, pertenecemos a una Sociedad a la que se le llena la boca promulgando un cambio en los demás y persistiendo en la misma actitud arrogante que nos domina. De acuerdo, cualquier intento de generalizar me conduce unívocamente al error, así que las honrosas excepciones se pueden dar por excluidas, no creo que haya muchos que se bajen de este carro o finalicen en este punto la lectura. Por lo tanto, salvando esos ejemplos a seguir, puedo asegurar que, aplicado al seno organizacional, mi tesis se cumple en un altísimo porcentaje.
Algunos hechos y realidades que alumbran el contexto empresarial en la actualidad, son: – Necesidad imperiosa de colocar el producto/servicio en mercado, necesidad y urgencia. – Tejido empresarial dominado por PYMES. – Indiscutible aumento de autónomos y pequeñas empresas deseosas de salir adelante, muchas provenientes de EREs, escisiones, despidos, cierres de actividad… – Profesionales con capacidades y habilidades en el qué, pero con flagrantes carencias en el cómo y el por qué. – Cultura empresarial nula, ni está ni se le espera. – Entorno sumamente hostil y competitivo y en la misma proporción ineficiente, vacío de metodologías y valores. Son solo algunos, pero suficientes para demostrar lo que está ocurriendo y lo que nos espera en el inmediato futuro si no alteramos este rumbo.
Cocinemos estos ingredientes, con el aderezo picante de la necesidad de trabajar, y qué exquisito plato resultará. Haciendo un ejercicio de disección, viendo la cocción de tan suculento guiso desde dos perspectivas bien distintas, y por desgracia, a menudo contrapuestas, empleado y empleador, obtenemos los siguientes escenarios.
Empleador vs empleado
Desde el primero, el paisaje se tiñe de sumisión, de ausencia de planes, de ineficiencia en los procesos, persecución de dudosos objetivos, ausencia de directrices, el todo vale y el fin justifica los medios por bandera. Yo, como fiel defensor de la empresa privada, me quedo perplejo cuando observo que lo que se intercambia entre empleado y empleador pueda llegar a ser la dignidad, el salario se ha convertido en el precio de la dignidad personal, y despojados de ello corremos el enorme riesgo de convertirnos en esclavos de la insaciable ambición de unos cuantos. Entiéndaseme bien, defiendo y defenderé la empresa privada, siempre cuando tenga un sentido social añadido, y no estoy, en ningún caso llamando a la rebelión contra el capital. De lo que no soy sospechoso es de claudicar ante los mensajes populistas de ninguna organización sindical y/o política.
Desde la perspectiva de la propiedad, una vez expropiados de lo más íntimo, que es la dignidad personal y alejados por obligación de los valores individuales, el camino de la manipulación se allana. Obtenemos una fuerza de trabajo desmotivada, sin iniciativa, donde el control férreo y absurdo toma terreno frente a la inexistente confianza, y por supuesto ineficiencia, más ineficiencia, que acabará en dos caminos bien distintos; remplazo por otro ente plano, necesitado y manipulable, o bien convertir al trabajador en lo más parecido a un león hambriento dentro de un coso plagado de gladiadores desarmados y enfermos.
Las exigencias populares a las que hacía mención antes, transparencia, coherencia, ética, etc., no están invitadas a cenar. De lo que no nos estamos dando cuenta, en realidad, de lo que muchos no se dan cuenta, es que, ceñidos a la empresa, a la creación de marca, de imagen, de desarrollo de negocio, los valores que la empresa fomenta internamente son directamente transmitidos al canal, y después al cliente, que no es tonto y los percibe, si no en el primer contacto, en la primera transacción. Son muchos los que actúan como domadores de leones y ante el cliente se visten de finas damas de porcelana, pero no reparan en que el cliente, ante cualquier mínimo signo desnudará a la muñeca y aparcará el juguete para otra ocasión con las vergüenzas al aire.
Valores para cambiar empresas
¿Queremos un cambio de verdad? pues empecemos por dotar a las empresas, lugares donde residimos más de la mitad de nuestra existencia, de los valores necesarios que exigimos a otros. Promueve el cambio interno en las empresas.¿Queremos empresas sanas y sostenibles con personas íntegras y eficientes?. Pues prosigamos con la creación de grupos de personas íntegras de verdad, que conozcan el funcionamiento de las organizaciones, de profesionales del cambio y de la dirección estratégica ética y responsable.
El camino empieza con un modelo empresarial basado en las personas con valores, que son transmitidos a toda la masa interna, generando verdadera cultura organizacional. Seguirán su flujo hacia el canal provocando alianzas mucho más sinceras y productivas, y por último al cliente y consumidor, que es el punto de generación de ingresos. Los valores serán el perfecto lubricante de tan compleja maquinaria. No parece fácil, de hecho no lo es, porque será necesario aplicar muchas raciones de humildad, de humanidad y de compañerismo, de compasión y disponer del alma para dar cumplimiento a los objetivos empresariales. Otro camino distinto puede significar la destrucción de la propia empresa, y lo peor, de nuestra sociedad, puesto que ese mismo comportamiento depredador y vacío de contenido lo aplicaremos de forma inconsciente al día a día, en el seno familiar, círculo de amistades y en nuestra interacción con otros humanos.
Busque el documento ejecutivo donde se refleja su misión y sus valores, (Ah! ¿No lo tiene? ¿Le puedo ayudar?), y vamos a comenzar redactándolo juntos de nuevo. Apueste por una transformación empresarial basada en la ética y los valores, y en breve comprobará como se ayuda a sí mismo y a los demás.